jueves, 6 de octubre de 2011

"Ya inventamos", Fernando Lázaro Carreter

Ya inventamos

El caso es que, además de hacer las rutinarias rapiñas superfluas, algunos hablantes públicos se han puesto a inventar vocablos, giros y acepciones, lo cual nos redime de aquel desdén unamuniano tan cutre de «que inventen ellos». [...]
Están los o las que se inventan palabras con la misma impavidez que un churrero hace churros. El español ha sido menos proclive que otras lenguas a derivaciones del tipo sentimental > sentimentalizar. Pero se está empleando vehiculizar, que, en lenguaje culto y semiculto, prefieren muchos al plausible rodeo servir como vehículo, lo mismo de ideas que de proteínas. El uso de ese verbo es especialmente frecuente en el español de América, donde se documenta (Argentina, México...) desde los años sesenta. Junto a él, y a la vez, aparece vehicular (francés véhiculer).  Tienen el éxito asegurado; parecen más elegantes y refinados que transportar.
Pero esta soltura con que otras lenguas europeas han formado derivados sensatos se ha extendido anárquicamente a muchos de nuestros comunicadores, que se entregan a la forja de vocablos con la aludida naturalidad churrera. Estos días, por ejemplo, en que todos los españoles andamos preocupados valorando los primeros resultados de la Liga, llega uno de tales aventureros y filosofa sin respeto alguno a las cámaras acerca de quién campeonará. [...]
En otro programa, se recuerda que, frente al reconocimiento monárquico a ciudadanos eminentes mediante la concesión de títulos de nobleza, la República instituyó un sistema premial, es decir, de premios. El informador expelió aquello por la boca como si fuera un gas natural. He aquí ahora que un político ampliamente votado habla de gradualizar la evolución de las autonomías. No se entiende muy bien qué es eso, tal vez ir cediendo poco a poco y no de una vez, a buenas horas, potestades del Estado. Pero ese prohombre creyó que haber salido elegido en una lista electoral le otorga poder sobre el lenguaje. [...]
Concedo un lugar de lujo a otro descubrimiento que debe ser juzgado como excepcional, y que ha surgido de ese cocedero de novedades idiomáticas que es el deporte. Al igual que en todas filas, graduaciones o escalas, hay un último y, por tanto, un penúltimo. En las clasificaciones deportivas, es bien sabido, al que cierra la tabla se le da el poco piadoso nombre de colista; pero el que le precede ¿qué es? ¿Precolista? No, porque también anda por la cola. Y cocolista, paralelo al colíder del que ya hablamos, es la solución. ¡Con que inventen ellos!, ¿eh?

Fernando Lázaro Carreter, El dardo en la palabra


¿Qué opinas de la invención indiscriminada de palabras? ¿Conoces algún otro neologismo inadecuado?

Aprovecha este texto para practicar el resumen. 

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