domingo, 7 de febrero de 2010

La renovación narrativa: Cinco horas con Mario

Miguel Delibes, que había empezado a escribir en la primera posguerra, se va a incorporar a las nuevas tendencias con Cinco horas con Mario, largo monólogo de una mujer que dialoga imaginariamente con su marido la noche que vela su cadáver. La obra es una sátira de la mediocridad, el convencionalismo y la trivialidad de la vida burguesa en una capital de provincias. Esta novela se publica en 1966 dentro del proceso de renovación formal de la novela. Por una lado contrasta con la obra anterior de Delibes, tradicional en cuanto a la forma narrativa y por otro, refuerza la postura crítica y de denuncia, característica del novelista.


Valor fundamental de esta obra es que a través de una pequeña historia de infidelidad, de sentimiento de culpa, Delibes nos hace un maravilloso retrato de los valores morales de la sociedad franquista a través de las ideas de Carmen, sobre el sexo, el dinero, el matrimonio, la religión, la diferencia de clases.

Aunque podemos hablar de monólogo, el discurso de Carmen tiene todas las características de un diálogo, aunque, al estar el interlocutor muerto, sólo hay un hablante. Como tal diálogo se dirige constantemente al interlocutor para suplicarle, preguntarle, etc.

La novela consta de un prólogo, veintisiete capítulos numerados, que comienzan con una cita de la Biblia, que la protagonista malinterpreta y un epílogo. El espacio se ha reducido: una habitación de una casa en una ciudad provinciana de la España de posguerra y el tiempo también: veintisiete años de vida matrimonial en cinco horas.

«Y lo peor es que tu hijo viene con las mismas mañas, ya le oíste ayer, “mamá, ésos son convencionalismos estúpidos”, date cuenta, pero de malos modos, ¿eh?, menudo sofocón, media hora llorando en el baño, te lo prometo, sin poder salir. Luego dices, prefiero yo mil veces a Menchu, con toda su vagancia, que a estos jovencitos, que no sé si la Universidad o qué, pero salen todos medio rojos, sin la menor consideración, que Menchu, estudie o no, por lo menos es dócil, y mal que bien aprobará la reválida de cuarto, tenlo por seguro, y ya está bien, que una chica no debe saber más. Mario, hay que darla tiempo de ser mujer, que a fin de
cuentas es lo suyo. Después de todo, el bachillerato elemental es hoy más que el bachillerato de nuestro tiempo, Mario, dónde va, y de que pase el luto, la niña se lucirá, y como es monilla y tiene mano izquierda no le faltará un enjambre alrededor y si no al tiempo, que de algo ha de servirle la experiencia y ya me preocuparé yo de que acierte a elegir, ella es dócil y desde chiquitina no se compra un alfiler sin consultarme. Tú dirás, ya lo sé, que estrangulo su personalidad, que me pones mala, grandísimo alcornoque porque si personalidad es negarse a llevar luto por un padre o faltar al respeto a una madre, yo no quiero hijos con personalidad,
ya lo sabes, con la tuya he tenido bastante, que mis ideas no son tan malas, después de todo, y, o poco valgo, o mis ideas han de ser las de mis hijos, que hasta al insolente de Mario pienso meterlo en cintura, óyelo bien, y si quiere pensar por su cuenta, que lo gane y se vaya a pensar a otra parte, que mientras viva bajo mi techo los que de mí dependan han de pensar como yo mande. No te rías, Mario, pero una autoridad fuerte es la garantía del orden, acuérdate de la República, no es que yo me lo invente, aquí y en todas partes, y el orden hay que mantenerle por las buenas o por las malas. O se es, o no se es, que diría la pobre mamá.»


Miguel Delibes, Cinco horas con Mario


Lola Herrera interpretó el personaje de Carmen de forma magistral :



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